La idea original surgió a finales de los años 80, cuando se empezó a poner sobre la mesa la idea de tener un aeropuerto con pistas de aterrizaje en ambos lados de la frontera y posibilidad de embarque y desembarque en cualquiera de los dos países. Ya desde aquel entonces, se empezaba a vislumbrar que el aeropuerto de San Diego, que está a 44 kilómetros de Tijuana, eventualmente se iba a saturar y se requeriría de otras alternativas para atender al flujo creciente de pasajeros y vuelos que la región demandaría en un futuro.
Además del crecimiento ya proyectado que tendría la región de San Diego, su aeropuerto tiene características especiales que dificultan su operación y ampliación. La primera restricción es que está ubicado a la mitad de la ciudad con el mismo nombre, por lo que no tiene espacio físico hacia donde crecer y dada la existencia de aviones más grandes, la única pista que tiene no siempre es suficiente en longitud. Segundo, los habitantes de San Diego se quejan del ruido que genera la propia operación del aeropuerto, por lo que no hay vuelos en horarios nocturnos o muy tempraneros. Por último, dada la geografía del lugar, para operar un vuelo es necesario hacer una maniobra drástica para aterrizar o despegar. Alguna fuente me comentó que éste ya era el aeropuerto de una sola pista con mayor número de operaciones anuales en el mundo.
Desde aquel entonces las autoridades en Estados Unidos buscaron ubicaciones para un aeropuerto alterno, principalmente buscando que alguna base militar se pudiera convertir en un aeropuerto civil, sin embargo, los atentados del 2001 terminaron por reducir las esperanzas que se tenían.
Al pasar los años, avanzaron las negociaciones para la implementación del que ahora conocemos como el aeropuerto binacional Tijuana/San Diego. ¿Es el primero en su tipo? No. Hay otros aeropuertos ubicados en las fronteras de dos o más países, sin embargo varios de ellos son privados, o tienen poca operación. A lo mejor el único que se le asemeja es el aeropuerto de Génova, en la frontera de Francia y Suiza, que puede ser accedido por ambos países y tiene una operación de 15 millones de pasajeros al año.
Las pistas del aeropuerto de Tijuana están del lado mexicano y seguirá siendo administrado por el Grupo Aeroportuario del Pacífico (GAP). De hecho, toda la infraestructura está de nuestro lado, salvo el puente que une a ambos territorios. Si un pasajero llega en un vuelo a Tijuana, después de recoger su equipaje, tiene la opción de tomar el puente que lo llevará hacia Estados Unidos. Cada pasajero tiene que pagar 12.5 dólares americanos por cruzar, pasa migración en el puente y al bajar ya se encuentra “del otro lado”. Ahí, podrá tomar un taxi, autobús o cualquier transporte para continuar a San Diego, Los Ángeles o cualquier otro punto de la Unión Americana.
Una ventana de oportunidades
Cualquier pasajero puede abordar en cualquier lado de la frontera sin los retrasos de las garitas fronterizas. El aeropuerto de Tijuana, que a la fecha solo tiene un vuelo internacional (Aeroméxico hacia China) podrá empezar a recibir muchos más vuelos que conecten, por ejemplo, América Latina con Asia, sin la necesidad de contar con visa de Estados Unidos y la dificultad de hacer los trámites migratorios; o inclusive, un mayor número de vuelos desde otros puntos de Estados Unidos o Canadá.
El puente binacional, empezó a operar el pasado 8 de diciembre y de acuerdo a cifras del INM lo han utilizado, en diciembre 10,126 personas y en enero 19,567 (de los cuales dos terceras partes fueron mexicanos).
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